Loma Linda: Donde la fe se come, se cultiva… y se comparte
Loma Linda: Donde la fe se come, se cultiva… y se comparte
No suelo idealizar lugares.
Pero cuando llegué a Loma Linda, entendí por qué este rincón del sur de California es considerado una de las cinco Zonas Azules del mundo.
Y lo que encontré allí no fue una fórmula mágica, ni un suplemento secreto, ni una dieta extrema.
Lo que encontré fue algo mucho más poderoso:
una comunidad que decidió vivir en armonía con Dios, con la tierra y con los demás.
Uno de los primeros días, entré a una Iglesia donde conocí a un argentino y a su familia.
Vivían allí desde hacía más de 20 años. Me recibieron con calidez, con humildad, con ese espíritu de servicio que no se enseña en ningún curso.
Él se convirtió en mi guía esos días.
Me mostró los barrios, las huertas familiares, los hábitos silenciosos que construyen salud sin alardes.
👉 En cada casa, había un patio cultivado.
👉 Verduras, frutas, hierbas… cultivadas para alimentar, sanar y también vender.
👉 Me llevó a un Supermercado Natural comunitario que parecía un sueño hecho realidad: productos frescos, limpios, locales.
Y allí, lo que más me sorprendió:
¡Un naturópata asesorando las compras!
Sí. Una persona que guía al cliente según su condición, su necesidad, su propósito.
Eso, para mí, fue un acto de amor convertido en sistema.
Después me invitaron a almorzar.
Comida sencilla, vegetariana, nutritiva, preparada con sentido.
Pero lo mejor vino después:
un paseo con los miembros de la Iglesia, en comunidad, al aire libre.
Un picnic compartido, donde cada uno llevaba algo sano y lo ofrecía con gozo.
No era solo alimento.
Era enseñanza viva.
Vi niños corriendo, adultos dialogando, abuelos activos, y una sensación de paz comunitaria que pocas veces he experimentado.
Nadie competía.
Nadie aparentaba.
Todos contribuían.
Ese día no solo compartí una comida.
Compartí una forma de vida.
Una manera de entender que la salud no es personal, es colectiva.
Que si tu vecino está bien, tú también lo estarás.
Allí me dijeron algo que guardo en el alma y que hoy repito cada vez que un paciente me dice que ha perdido la fe:
“Con Dios, todo es posible.”
De Loma Linda me llevé muchas enseñanzas, pero estas se quedaron para siempre:
– Que cultivar tus propios alimentos te conecta con la vida
– Que una comunidad unida y amorosa es medicina preventiva
– Que tener fe, ayudar al prójimo y vivir sin ego prolonga la salud
– Que el acto de comer no es solo físico, es espiritual
– Que guiar a otros no es imponer, es servir con conocimiento y compasión
La Terapia DNS lleva mucho de Loma Linda.
Porque aprendí que no hay sanación sin fe, sin comunidad y sin coherencia.
Hoy enseño a mis pacientes a cultivar en casa, a crear lazos, a dejar la prisa y a orar.
No como acto religioso, sino como acto sanador.
Loma Linda me recordó algo esencial:
La fe también se digiere.
La esperanza también se cultiva.
Y la salud también se comparte.
¿Y tú… con quién compartes tu forma de vivir?


